Yo no creía que alguien tuviese un problema tan difícil como el mío, esto me daba razones para tenerme lastima a mí misma, para ofenderme, por lo que otra persona hacia y para reprocharle sus errores y defectos.

Las dificultades por las que atravesaban otras personas, me hicieron ver las mías más pequeñas, me daba cuenta que las enfrentaban con valor y confianza, otras estaban atrapadas en situaciones difíciles como la mía y las sobrellevaban con fortaleza.

Halle muchas razones por las cuales estar agradecida de que mi suerte no fuera peor, mi carga comenzó a aligerarse. Antes de recibir ayuda, siempre estaba sumida en la autocompasión, pobre de mí, cuanto sufro, nadie me quiere, nadie me comprende, nadie me ayuda, estoy sola en la vida, me quejaba y me quejaba, hasta que un día me dijo una amiga, Margarita siempre te estas quejando y no haces nada, quítate esa mascara de la víctima y busca ayuda, una terapia, espiritualidad, pero haz algo con tu vida.

Cuándo las cosas se ponen más negras, está en mí el iluminarlas con la luz de la comprensión y la gratitud, me doy cuenta de la medida en que esto depende de mi punto de vista, mis propios hábitos censurables de pensamiento y acción deben rectificarse y solo yo puedo hacerlo.

¿Cuando me daré cuenta de que no debo permitir que la conducta de otra persona me confunda y destruya mi paz mental? ¿Cuando aprenderé que no hay compulsión, legal ni ética, que me fuerce a conformarme con la humillación, la incertidumbre y la desesperación? ¿Me complazco secretamente en tenerme lastima y aspiro a que los demás se compadezcan de mí?

Tengo derecho a liberarme de cualquier situación que me impida tener una vida plena, con gratos incidentes. Todo ser humano tiene derecho a vivir sin temor, sin amargura, incertidumbre e incomodidad, debo ser firme con cualquier decisión que tome, no solo por mi propio bien y el de mi familia, la indecisión constante solo puede impedir que me libere de mi forma errónea de pensar.

Solo cuando mi suerte en la vida con la de los demás, me sumo en la destructiva emoción de la autocompasión, solo si me ofendo por lo que hacen otros, me afligirá el resentimiento. Si sé que procedo bien, no necesitare la admiración ni el aplauso de nadie, aprenderé a juzgar mis motivos y a valorar mis actos, a fin de que poco a poco pueda colocarlos a la altura de mis normas e ideales.

«Pido a Dios que me haga estar dispuesto a ver con claridad los incidentes de cada día, que agudice mi percepción de lo mucho que hay que disfrutar, incluso en cosas y sucesos corrientes. Que me torne receptivo y restaure en mí, el deseo de admirar y apreciar las maravillas de la naturaleza».

La fe en un poder superior, me ayuda a corregir mis errores, me da la confianza y fortaleza para pensar con claridad y actuar con inteligencia, poniendo mi vida y mi voluntad en sus manos, día con día.